MANUEL DÍAZ RELATA PESADILLA SUFRIDA EN CAÍDA HELICÓPTERO
El domingo 12 de junio inicié el día con todos los ánimos activados, tocaba cobertura de tres eventos deportivos del Ministerio de Deportes en la frontera, y como otras anteriores, el viaje sería en helicóptero, cosa que me apasiona, entretiene y emociona.
A las siete de la mañana, hora exacta de salida, llegaba a la pista de atletismo Félix Sánchez la aeronave matrícula 3032 con el habitual piloto teniente coronel Bolivar Dicent, y su compañero copiloto el primer teniente Marcos Restituyo.
Quien nos recibe para subir es el Cabo Técnico de Aviación Carlos Álvarez, quien se apura para abrir una pequeña escalera para facilitar el acceso de los tres pasajeros, el ministro Jaime David Fernández Mirabal, el teniente coronel Marcelino Olivo Mata y el suscrito.
Ya acomodados inicia el vuelo hacia Restauración como primera parada de tres, luego nos tocaba Montecristi y Laguna Salada.
Un día excelente para este tipo de transportación, pues no habían nubes, sin viento, soleado ideal, todo con calma los primeros 70 minutos aproximadamente, cuando de repente el helicóptero comienza a vibrar bruscamente de manera vertical.
Todo duró un minuto, algo mas, algo menos, y caíamos a tierra, en las montañas del parque nacional J. Armando Bermúdez.
No dio tiempo a pensar
El lapso de tiempo fue corto, el desperfecto del aparato apareció bruscamente, sin avisar; nunca dejé de mirar hacia delante, aunque era difícil fijar completamente la vista por las vibraciones, fue un momento de concentración para los pilotos que lograron por solo tres segundos quizás estabilizar aquella “bestia salvaje” hasta lograr la posición de impacto más idónea en el momento, luego ocurrió lo inevitable.
Sentía que estaba llegando al techo, me intenté agarrar pero las vibraciones eran muy fuertes. Entonces comenzamos a descender de lado primero y después ya directo a tierra Nos precipitamos contra la montaña, destrozando árboles; abriéndose paso con “aptitud violenta y decidida” el helicóptero terminaba deteniéndose a unos 50 a 60 metros de su primer impacto.
Primeras palabras
Al detenerse de deslizarse lo que quedaba eventualmente del 3032, el Piloto Dicent pregunta si estamos todos bien, luego el ministro pregunta lo propio, todos hablamos, aunque en voz baja lo hacia Álvarez, quien fue el único que cayó fuera de la cabina en posición semi recostado.
Los pilotos le preguntan si puede mover los pies o las manos y dice que no, Carlos estaba pidiendo que lo voltearan, pero por precaución no se hizo; y fue luego de 10 minutos cuando sus signos vitales desaparecieron.
Fue un momento de pena, de persignación y lamento.
La travesia inicia
En el lugar del accidente duramos alrededor de media hora porque inclusive tratamos de subir, pero no pudimos hacerlo por más de diez metros porque había una ladera con helechos y estaba muy húmeda, no se podía escalar, y hacia los lados pendientes.
Ya luego de dar la voz de auxilio y las coordenadas exactas, iniciamos la búsqueda de un río que sonaba cerca, abandonábamos la zona por precaución, pues se derramaba mucho combustible, y lamentando la decisión tuvimos que movernos.
No teníamos idea del rumbo, dirección o ubicación, sólo sabíamos lo que el GPS manejado por Marcos Restituyo decía.
Tampoco sabíamos que sería el único momento que iba a tener señal el GPS, entró una sola vez para dar con la ubicación, y una flota que tenía Marcelino Olivo entró dos veces solamente durante todo el día, suficiente para dar la voz de alerta.
La única forma de movernos era hacía abajo, buscamos el río y comenzamos a bajar, el lecho no tenía de ancho más de dos metros, a veces sólo uno, porque era comenzando en la montaña que estaba el río. A todo esto nosotros no sabíamos que estábamos a 2,500 pies de montaña.
Comenzamos a bajar el río, cuando no se podía continuar, subíamos otra vez a la montaña y volvíamos otra vez al río. Estamos hablando de un terreno con mucho lodo, muy húmedo, sin sol, veíamos la claridad allá arriba y decíamos “tenemos que llegar a la cima”, pero era difícil subir y menos en las condiciones que estábamos, cansados, golpeados, impresionados.
Cuando ya no se podía avanzar por el río porque la caída era muy alta decidimos aventurarnos a subir, Don Jaime le pIde al coronel Olivo explorar la zona para saber por donde era mejor escalar, demostró que se podía subir pero él era el más sano de todos, sacó fuerzas de abajo, Olivo Mata nos ayudó a todos, era la cabeza de la caminata, nuestro héroe.
Subimos como Dios nos ayudó y llegamos al punto donde nos encontraron, que era un lugar donde la montaña hacía como una U, avistábamos llanos y casas a lo lejos, era un lugar bueno para que nos vieran desde el aire los rescatistas.
Olivo Mata no se conformó y decide seguir bajando el solo para ver si logra encontrar ayuda o salida, lo hizo tanto que ya le perdimos el rastro, ya no lo escuchábamos.
Sus últimas palabras 20 minutos después fueron “no bajen”.
Gracias a Dios él vociferó no bajen, quédense ahí porque cuando el bajó se dio cuenta que no podía subir, él decidió déjaRme seguir y nosotros nos quedamos ahí arriba.
A ese punto llegamos alrededor de las 12 del mediodía, caminamos alrededor de dos o tres kilómetros montaña abajo y lógicamente duramos tanto porque teníamos que fijarnos de donde agarrarnos, si el palo o la mata era fuerte. Nos resbalábamos, se resbaló el piloto que Dicent cayó de cabeza en el rio, ese fue un momento difícil, uno de tantos.
Escuchamos un helicóptero y ahí es que ya sabemos: llegaron, ya están chequeando la zona, estábamos retirados del punto de la caída, era cuestión de ser pacientes.
Llegan los primeros
El helicóptero que primero nos vio fue el matricula 3062, luego sobrevolaba la zona analizando el área para efectuar el rescate.
Cuando nos vieron, fue por la idea correcta de Don Jaime de hacer “banderas” con la camiseta blanca, él y luego yo, le dábamos las prendas de vestir a los pilotos y comenzaron a ondearla con ramos y por ese blanco nos avistaron. Nos hicieron seña que ya nos habían visto. Un momento de alivio y tranquilidad.
En un momento no sabíamos qué hora era, realmente no estábamos pendiente a hora. Estábamos pendientes a llegar a un punto factible de rescate, entonces comenzamos a oír voces a lo lejos.
Creíamos que era Olivo Mata, pero eran personas de Burende que se acercaban, ya que cuando se cayó el helicóptero comenzaron a caminar por la montaña para ayudar a quien sea.
Ellos en el camino se encuentran con los rescatistas de las Fuerza Aérea que ya habían llegado a más o menos a un kilómetro del lugar del punto de extracción.
Cuando llegan las personas de Burende con el rescatista se dan cuenta que Jaime David es que está ahí y uno dice “Dios sabe cómo hace las cosas, Dios hizo que esto sucediera y que usted quedara vivo para nosotros devolverle el favor y ayudarlo y rescatarlo por lo que usted hizo por nosotros con Quisqueya Verde”, un programa con el que, siendo vicepresidente de la República, ayudó a esa gente.
Entonces ellos le dijeron: mire cómo son las cosas después de tanto tiempo nosotros le vamos a devolver el favor, nosotros lo vamos a ayudar. Y llegaron alrededor de 40 personas, supimos que había más de 30 rescatistas en la montaña.
AGRADECIDOS DE DIOS
Somos afortunados de estar con nuestros seres queridos, lamentando el fallecimiento de Carlos, le aseguramos a sus familiares que cumpliendo con su deber perdió la vida, nuestras condolencias.
Hicimos una misa de acción de gracias en la “Iglesia El Buen Pastor”, nos confundimos en abrazos junto a familiares y amigos.
Estábamos ahí agradeciendo a Dios todas las bendiciones que recibimos en este accidente.
Personalmente, tengo que mencionar a mis héroes por toda la ayuda y apoyo en estas 10 horas en la montaña: A los pilotos teniente coronel Bolivar Dicent y primer teniente Marcos Restituyo por su temple, sus habilidades, sin quejas visibles, pero con golpes fuertes recibidos.
Al teniente coronel Marcelino Olivo Mata, su entrega, su manera decidida de ser el primero en todo, su preocupación para que superáramos los obstáculos, para que se pueda vencer la montaña y sus características, nos tiene en una pieza. Su sacrificio lo llevó a caminar el triple, a ser el último rescatado y a llegar 5 horas más tarde al hospital.
A Don Jaime David, que en todo momento se preocupó por cada paso dado y por dar, por mantener la calma, el optimismo y llevar la voz cantante de continuar hasta lograrlo.
A todo el personal de la Fuerza Aérea de la República Dominicana, en la persona del general piloto Elvis Feliz Pérez por su preocupación, entrega, cuidado, trato de primera recibido desde el mismo inicio del rescate hasta ser dada el alta médica un día después.
A todos los rescatistas, que quedaron en las montañas luego de la extracción.
A todos los aldeanos de Pionía, Burende y zonas aledañas.
Gracias por ayudarnos a salir de las montañas y poder contar lo sucedido.
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