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El último convite de Luis Días

El último convite de Luis Días

Ha caído un monstruo. La historia que habrá de hacerle justicia está por venir. Alguien tendrá que tomar,  más que su biografía,  su producción portentosa. Su diversidad asombrosa y, sobretodo, su arraigo en lo mejor del pueblo que transparenta en sus versos.

Probablemente nadie como él llevó ese lenguaje popular,  testigo de la mezcla de lo urbano con lo campesino,  a un plano musical más alto. Dio testimonio así de esa emigración tremenda del campo hacia la ciudad que todavía sigue.

La travesía de Luis se inició al alba de la década de los 70. Pero pronto quedó claro que su horizonte estaba más lejos de lo que muchos imaginaban. Más allá de aquel primer convite. Aquella tromba humana no dejó piedra sobre piedra. Su genialidad igual asumía un canto de hacha que un blues. Más aún: fue capaz de descubrir y demostrar las semejanzas entre ambos y sus riquezas.

Abordó el merengue clásico, el del Compadre Pedro Juan. Con sus tres partes típicas. Oiga “La Pringamosa”, que popularizó Wilfrido Vargas con Vicente Pacheco,  y sabrá de qué hablo. Casi cada intérprete dominicano le debe un buen merengue.

Su salto al rock no hizo más que llenar de nuevas posibilidades a nuestros ritmos primigenios. Sonia da cuenta del portento. “Quieres dormir y yo quiero andar…” para denunciar la violencia de género. “Por a mí gustarme tanto un vacilón/ me tuvieron al comer cruda dos malhechores… Mi guachimán me salvó”. Y sí, de su mano entró el guachimán a lo mejor de nuestro arte musical. Las Vampiras de Sergio, el “baile en la calle” de Villalona,  El Guardia del Arsenal llevado de tonada para guitarra a merengue por Dioni Fernández, Ay Ombe, Marola, aquel toro “que se baña en los alambres”, todo habla de una creación tan fecunda como incontenible y vigorosa.

Una invitación permanente al mejor convite: el de la alegría sin sordina. Sin engolamientos. Y sin otra beatería  que la de los altares populares cargados de santos y de una música que tiene que ser celestial,  como poco.

El viernes pasado hemos asistido a su último convite.  Y ha sido como él lo merecía.  Con su pueblo. Con su música. Descanse tranquilo, Terror, que su misión ha sido cumplida con creces.

Nos toca a todos velar por que nadie le asocie a la mojigatería  que usted siempre ridiculizó y que nos quieren vender hasta con aire triunfal.

Santo Domingo, 14 de diciembre de 2009

Ramón Tejeda Read  (columnista)

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