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Doña Yolanda anhela ver a Leonel de vuelta en la casa

Doña Yolanda anhela ver a Leonel de vuelta en la casa

Doña Yolanda ha visto envejecer muy de prisa a su hijo Leonel. Cuenta cada cana en su cabeza, cada nueva arruga en su piel, cada alejamiento de la familia por los asuntos del gobierno. Ella óque en su juventud de exilio económico en Nueva York admiró a Fidel y criticó tanto a Balagueró comprende ahora, ya octogenaria, el halo de misterio que envuelve a los jefes de Estado, cuando ve a su hijo cargando en sus hombros un país de enormes incomprensiones, con tantas deudas sociales, donde todo está por hacerse.

El instinto de madre siempre le dice cuándo su hijo se siente abrumado o confuso por algún problema. Lo percibe al instante, cuando él la llama a deshora, a la medianoche, o aún más tarde, cosa que no es habitual. En esos casos Leonel nunca le dice nada para no preocuparla, y se conforma con darle las buenas noches y pedirle la bendición. Ella reza por él durante largo rato, le pide a Dios que lo proteja, le echa mil bendiciones... hasta que horas después cae vencida por el sueño.

Doña Yolanda Reyna Romero es una mujer profundamente religiosa, de temple acerado en el fragor de una vorágine laboral sin descanso en Nueva York, donde transcurrieron los mejores años de su juventud, mientras criaba a Dalcio y a Leonel. Haber educado a sus dos hijos bajo los rigores de una disciplina regia, sin permitirles excesos de ninguna naturaleza y bajo su control constante, le da la tranquilidad de que jamás incurrirán en ningún acto censurable. Por eso duerme con la tranquilidad de quien se siente en paz con Dios y con la sociedad. Esa es su mayor recompensa.

Pero ya quiere ver a Leonel tranquilo, leyendo, escribiendo y dando clases. Está deseosa de que su hijo “más chiquito” tenga el sosiego y la paz que nunca ha podido tener. Desea que este período de gobierno pase pronto y que Leonel pueda dedicarle tiempo a la familia, a sus hijos... “y ahora a su linda hijita, a su esposa y a su nietecita”.

Doña Yolanda habla de sus dos hijos con encanto y admiración. Dalcio, el mayor, le ha dado dos nietos, y Leonel tres. Dalcio lleva muchos años viviendo en Miami, pero pasa parte del tiempo aquí al lado de su madre. Ella también visita a su hijo mayor con alguna frecuencia y pasa cortas temporadas en Miami. Por razones de ocupación, Leonel no le puede dedicar todo el tiempo que quisiera a su mamá, y ella así lo comprende. Él, sin embargo, la llama todos los días. Ella no lo hace a menos que no sea en caso de mucha necesidad para no interferir en sus asuntos de Estado.

Esta es la primera vez que Doña Yolanda habla de su historia y de las interioridades familiares para un medio de comunicación. Nunca le ha gustado la figuración pública, a pesar de que es una mujer culta y de gran capacidad expresiva. Habla con fluidez y corrección y posee una memoria prodigiosa.

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