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El mendigo de mi barrio

El  mendigo de mi barrio

En mi ciudad, en la suya, en la esquina de mi barrio, tras el muro de la cuadra o en la casa en construcción, se ve en cada rincón al mendigo, por las noches, escondiendo sus miserias bajo un cielo de añoranzas, de nostalgias y tristezas.

Nadie lo ve, nadie lo mira, eso avergüenza a la gente, ¡qué terrible! ¡a lo que hemos llegado! Pensamientos que si el pobre mendigo pudiera leer, sentiría más vergüenza por la gente que por él mismo, nadie conoce el sufrimiento de ese hombre, él no eligió esa vida, la vida lo eligió a él.

El añora aquellos tiempos, de juventudes pasadas, donde no importaba si el cielo lo cubría o lo mojaba, pero el tiempo ha pasado y su cuerpo no resiste y ni siquiera el alcohol le calienta la existencia, ahora sólo le queda la esperanza de la muerte, muerte con la que sueña noche tras noche y sin atreverse a buscarla solo se anima a llamarla, en silencio, en soledad, esa soledad compañera, la única que no lo deja, la que seguirá con él hasta el final de sus días.

Ya para él no existen sentimientos de alegría, solo mira a  este mundo, con mirada indiferente, ya ni dolor siente, solo existe  su mente ¿quién sabe lo que realmente piensa?

Nadie , nadie lo puede saber, ni aquel que al pasar, una moneda le deja, pensando que con su ayuda, ese hombre, ese día podrá alimentarse, pero no sabe que el pensamiento del mendigo no está en lo que pueda comer o no comer, eso ya ni le importa, siempre habrá algo en la basura que casi por instinto busca, no, no es una moneda lo que el mendigo quiere, son cosas que en este mundo, ya no existen, el ser humano ha dejado de tenerlas, la comprensión, la compasión, el respeto hacia la vida ajena, y sobre todo… la tolerancia, quizá cuando  volvamos a tener todos estos “atributos” humanos, ya no habrán mendigos en nuestros barrios.

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