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"NI TANTO QUE QUEME AL SANTO, NI TAN POCO QUE NO LO ALUMBRE"

"NI TANTO QUE QUEME AL SANTO, NI TAN POCO QUE NO LO ALUMBRE"

Por Arelis Peña Brito


Recuerdo la rabia e impotencia que sentía cada vez que los "limpiavidrios" en los semáforos de Santo Domingo arrojaban, inesperadamente, una esponja llena de agua sucia al cristal de mi vehículo. No valía decirles que no.

Ellos lo hacían de todas maneras. A veces me ganaban por cansancio. Yo accedía y les daba algo por el "servicio". 

Había algunos que hasta me "fiaban" (sin pedirlo yo) el "trabajito", cuando les decía que no tenía menudo.

Me molestaba, en particular, uno que veía casi todas las mañanas, de camino al trabajo, en el tapón que se formaba en el semáforo de la intersección entre la Autopista Duarte y la entrada de la carretera de Manoguayabo.

El tipo ya nos conocía a mi vehículo y a mi, y creo que hasta disfrutaba la cara de espanto que yo ponía cada vez que se me acercaba, porque él insistía en limpiar el cristal y en pegar la cara y las dos manos a a mi ventanilla.

Sacaba la lengua, hacía señales obscenas y se reía burlonamente, mientras yo pretendía ignorarlo. Yo le decía que no quería, pero él tiraba la esponja de todas maneras.

Una vez estallé, no pude más. Bajé el cristal y le dije dos o tres cosas. Hasta lo amenacé con decirle a mi esposo que me estaba acosando y le dije que lo iba a denunciar a la policía. El hizo creer que no le importaba, hasta se burló de mi haciendo muecas mientras bailaba. Pero lo cierto es que a partir de ese día dejó de molestarme.

Me imagino que todos los dominicanos que andan en cuatro ruedas tienen sus propias historias. 

Que una persona le diera un balazo y matara a uno de estos jóvenes es algo que lamento profundamente, pero aunque duela aceptarlo, era cuestión de tiempo. 

El grado de irritabilidad que hay entre una buena parte de los dominicanos en los últimos años no es compatible con el grado de atrevimiento e irrespeto que predomina en otros tantos. Se trata de un cruce muy peligroso.

Sin embargo, condeno y repudio esta muerte porque es un asesinato como cualquier otro y además una acción que sienta un mal precedente.

No podemos pretender que vamos a resolver todo aquello que nos enfanda matando a quien nos produce la molestia.

Al actuar de manera tan irracional, la persona que disparó demostró ser más violenta y peligrosa que su víctima.

La cordura debe primar, siempre, junto con una gran dosis de paciencia. A fin de cuentas, esta persona destruyó no solo una vida ajena, sino también la propia.

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