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Roban pertenencias a Saúl Pimentel en lujoso hotel de Punta Cana

Roban pertenencias a Saúl Pimentel en lujoso hotel de Punta Cana
Debido a mi profesión periodística y a que soy un "turista permanente", he visitado en los últimos 30 años hoteles de todo tipo, algunos de los cuales me han maravillado. Pero confieso que nunca había estado en uno tan grande y lujoso como el Moon Palace Resort, ubicado en la exclusiva zona de Punta Cana, en el Este de la República Dominicana.


Lo primero que sobresale a la vista del visitante es el gigantesco tamaño de este resort, al punto de que –si no lo es- podría afirmarse que se trata de uno de los más grandes de toda el área del Caribe.  No son uno ni tres, sino de por lo menos 16 edificios del tamaño del hotel Jaragua, de Santo Domingo, entremezclados con 12 piscinas, diez restaurantes, seis bares, discoteca, numerosas  tiendas de moda, un magnífico Spa, canchas de golf,  el casino más grande que Usted se haya podido imaginar, un centro de convenciones con capacidad para 2.560 personas en más de 5.500 m2, Internet inalámbrico por todos lados y un personal que brinda unas atenciones exquisitas, pues hace que los huéspedes no se sientan tensos.

Con una playa exquisita, este complejo hotelero tiene más de 1.700 habitaciones, todas con jacuzzi para dos personas, televisores plasmas, Internet, amplios balcones  y muchas otras maravillas y ¨"chulerías". Los edificios que albergan las mismas están frente a lagunas naturales, que imprimen un aspecto romántico a toda el área.  Para transportarse de un espacio a otro hay operando un sistema de vehículos con dos y tres vagones.

Pero, como dice el refrán, “no hay felicidad completa”.  Esto así porque, a pesar de tanta belleza,  modernismo y majestuosidad, el hotel carece de seguridad, según lo comprobó el autor de estas líneas el reciente fin de semana.  


Llegué al hotel el viernes al caer la tarde y, como acostumbro, llevé conmigo mi computadora portátil para ¨monitorear¨ a ALMOMENTO.NET.  Se trata de una laptop marca Dell la cual, si bien ya no es cara (puesto que tiene unos tres años) para mi era un útil instrumento en el que tenía archivados un Manual de Redacción Periodística que estoy escribiendo, un rico archivo de fotografías y otros muchos documentos que para mí tienen un valor importantísimo.  Me hice acompañar, además, de un teclado, un Mouse y un cable para conectarme al Internet a través de mi BlackBerry.


Grande fue mi sorpresa cuando retorné alrededor de las 2:00 de la madrugada y comprobé que uno o varios desconocidos habían penetrado a mi habitación, por la puerta de cristal del balcón, y se habían llevado la susodicha computadora, dos teléfonos celulares, dinero en efectivo y otros objetos. 


Reporté el robo e inmediatamente fueron a mi habitación tres miembros de la ¨seguridad” del hotel, quienes levantaron una especie de acta, tomaron fotografías y comprobaron con un sofisticado aparatito que la puerta de entrada a la habitación no había sido violada, sino mas bien la de cristal que da acceso al balcón.  Confieso que, a pesar de su amabilidad, me sentí algo molesto porque quisieron estrujarme el hecho de que esta última puerta no había sido bien cerrada, como queriendo atribuir el robo a un ¨descuído¨ nuestro.   Sin embargo, admitieron que aunque el hotel tiene cámaras de seguridad en los pasillos, no ocurre lo mismo en el área de los jardines en donde tampoco se observan guardias de vigilancia ni ninguna otra persona.  Llegaron a confesarme que ellos han solicitado dichas cámaras y que las mismas “están pedidas, pero no han llegado”.


El día siguiente, todavía al mediodía, yo no había recibido siquiera una explicación sobre lo ocurrido.  Varios de mis ¨vecinos¨de habitación corrieron una suerte parecida, ya que les fueron robados teléfonos celulares y dinero en efectivo de sus habitaciones, según ellos me indicaron.


Ante tal situación fui al Departamento de Relaciones Públicas del hotel y me comunicaron que estaban “investigando”.   Hoy martes, 21 de septiembre, a pesar de que me identifiqué como periodista, estoy aún esperando una versión convincente de dicha oficina, lo cual evidencia -dicho sea de paso- una falla en materia no sólo de servicio al cliente sino también de relaciones públicas.  Como dominicano me he animado a escribir estas líneas, en interés de que corrijan estas deficiencias.


Hace unos años ví una obra de teatro (cuyo nombre no quiero acordarme) en la que el personaje central recibía el mote de “El Positivo¨, porque a todo, aunque fuera una desgracia, él le buscaba “el lado positivo”.  
Yo, como dicho personaje, ante todo me siento contento y positivo, cuando pienso qué hubiera pasado si,  al retornar de madrugada a “mi  habitación”, me hubiera encontrado frente a frente con el o los delincuentes.

También me siento regocijado por el hecho de que, por una feliz coincidencia de la vida, mi esposa, que es gastroenteróloga, en una rifa de médicos se ganó esa misma noche mas y nada menos que una mini laptop, en la cual estoy ahora mismo escribiendo este artículo, y de la cual me he apropiado para convertirla en un cariñoso y manejable instrumento de trabajo.

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