Blogia
Cristoreypuntocom

Un pleito perdido

Un pleito perdido

Por Roberto Rodríguez Marchena

Algunos hombres -demasiados todavía- y las creencias violentas que los amparan, no se acaban de dar cuenta que tienen un pleito perdido con las mujeres.

Por más que se resistan a reconocer, mujeres y hombres tienen y seguirán teniendo iguales derechos. Y que tal igualdad obliga respeto.

Deberían entender que lo mejor que pueden hacer ante la situación de derechos, libertad y soberanía que el Estado y la Sociedad les reconocen a sus madres, hermanas, esposas, novias , hijas, amigas y compañeras de trabajo mejora la convivencia y es un elemental acto de justicia y humanidad y como tal acogerlo.

Sin embargo, unos cuantos andan todavía como bestias guerreándose contra las mujeres, desperdiciando la oportunidad, placentera, divertida y enriquecedora, de llevarse y tratarlas bien. Son trucutús con celular. Aislados dentro de una cultura y creencia troglodita han estado ajenos a la evolución que ha beneficiado al conjunto de la sociedad y sus instituciones. Se han quedado atrás, rezagados.

Son unos anormales que llaman la atención de vecinos, familiares y compañeros de trabajo y preocupan porque son agresivos y dañan vidas ajenas.

Agreden verbal y físicamente, despechados matan. 160 mujeres han asesinado en lo que va de año en República Dominicana. Todo porque la mujer dejó de quererlo –así como un día lo quiso- o quiere a otro o simplemente porque prefiere estar sola porque ya no se entienden.

No acaban de enterarse o de aceptar que la sociedad en la que viven decidió no permitir excluir a las mujeres del respeto, cariño, participación; que decidió condenar y castigar a quienes las tratan como muebles de su propiedad o servicios a su disposición. Y que a los demás hombres y mujeres, nos resulta desagradable, repugnante, ser testigos del irrespeto y desconocimiento a los derechos de las mujeres.

Otros, todavía, desde particulares maneras de vivir su religiosidad y espiritualidad, quieren imponer su manera de ver y vivir el amor, la sexualidad y la vida familiar al conjunto de los ciudadanos y ciudadanas, desconocer el derecho soberano de las mujeres sobre sus cuerpos, negarle el derecho a las mujeres a decidir cuándo tener los hijos que desea y puede tener y el derecho a disfrutar su sexualidad sin riesgos de embarazos no deseados o de enfermedades de transmisión sexual.

Hay mucha gente consternada y preocupada ante la creciente violencia que arrebata la vida o la paz, libertad o tranquilidad a tantas mujeres; lo importante es que la sociedad y el Estado no retrocedan y que el gobierno como poder ejecutivo haga más ágiles y efectivos los mecanismos de educación, prevención y protección de la violencia, y la sociedad y el poder judicial condenen con severidad y ejemplaridad a los trucutús y creencias violentas que dañan la convivencia.

 

 

 

0 comentarios